Hay momentos en los que el cansancio se vuelve una sombra suave que se instala en la espalda. No porque no ames lo que hacés, sino porque el ritmo exige una presencia continua. Tenés que estar atenta, tenés que estar atento, tenés que recordar datos, gestionar trámites, coordinar horarios, contener frustraciones y, al mismo tiempo, ofrecer una sonrisa que alivie al que llega con dolor. Esa sonrisa es un gesto de cuidado, pero también es una carga que nadie mide. Y sin embargo, vos la ofrecés igual.